sábado, 3 de mayo de 2008

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Existen diversas formas de entender lo público, lo colectivo, lo que es de todos, aquello de lo que todos nos beneficiamos y en lo que todos deberíamos colaborar. Algunas de esas formas parten de la solidaridad y el respeto a los bienes comunes. En otras, sin embargo, lo público se valora desde la clave de lo privado y conducen al aprovechamiento egoísta de lo que no es propio, al "tonto el último", a la picaresca y al robo. Desgraciadamente, esta última perspectiva de lo público no es precisamente minoritaria.

Se equivocan aquellos que piensan que los bienes públicos son de todos y que se puede hacer uso particular y privado de ellos en cuanto surja la ocasión o la necesidad. Se equivocan, por tanto, aquellos que creen (o quieren hacer creer) que lo público, por el mero hecho de serlo, pertenece a cada uno de los miembros del grupo. Lo público no es propiedad de nadie y, al mismo tiempo, es propiedad de todos. De la capacidad para entender esta sencilla paradoja puede depender, en mayor o menor medida, el desarrollo de un grupo, de un pueblo, de un país...
Da igual de lo que se trate, el error será simpre el mismo. No importa si se trata de una calle, en la que uno cree que puede hacer lo que quiera por que "es de todos"; de utilizar la electricidad del alumbrado público para abastecer el domicilio propio; de construir sobre una acera... o sobre suelo público. Seguro que hay múltiples ejemplos.

Muy relacionado con lo anterior hemos detectado otro error, bastante extendido, que tiene que ver con pensar que los recursos públicos son, al mismo tiempo que propios, también ajenos y, además, ilimitados.
Ajenos porque pudiera parecer que para algunos los recursos públicos surgen "de la nada", olvidándose que lo público se construye con el esfuerzo, trabajo y aportación de todos... o casi tods. Ilimitados porque a veces parece no comprenderse que estos recursos no han de ser desaprovechados, pueden agotarse y dejar de estar disponibles para los fines en los que deberían emplearse.

Resulta triste y desazonador conocer gente que, sin la menor necesidad real, pretenden aprovecharse de lo que es de todos para su beneficio personal. Es desalentador la forma en la que algunos tratan de obtener lo máximo posible de los bienes comunes como si esos bienes comunes no fueran, igualmente, suyos.
Es incomprensible observar cómo los que deberían ser instrumentos de solidaridad y redistribución de riqueza (subvenciones, becas, paro...) se convierten, para algunos que no necesitan hacer uso de ellos, en formas de sacar "cuanto más dinero, mejor" como si alguien regalara ese dinero para que fuera saqueado por los más listos o por los especialistas en el engaño y la picaresca.

Es, además, preocupante cómo este tipo de comportamientos se convierte, a veces, en tan generalizado que no se oculta sino que los que los perpetran suelen jactarse de ello, como si olvidaran que con ello sólo ponen de manifiesto su egoísmo y desprecio por los demás.

Es, también, injusto comprobar cómo este tipo de ciudadanos son, a veces, los que menos contribuyen a crear las reservas públicas y cómo son los que hacen más uso (indebido) de ellas. Se equivocan.

También se equivocan los poderes públicos cuando no ejercen su principal responsabilidad, evitar el abuso y el uso inadecuado de los bienes que son de todos.

Es difícil crecer así. Cuando una sociedad se alinea lentamente del lado del egoísmo, aprovechamiento, el desprecio por los que sí necesitan protección o ayuda... está orientando su futuro hacia las desigualdades, el individualismo desconsiderado, la desconfianza y el estancamiento.

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