domingo, 25 de mayo de 2008

Lo que realmente importa

250 invitados; 10 mesas enoooormes (engalanadas para la ocasión); cientos de kilos de carne; por supuesto, el jamón "del bueno" y las gambas (de Huelva, claro), no pueden faltar; comida para un ejército (que, por supuesto, sobrará); al menos 15 tartas; café, copa, puro; detalles para los asistentes; reportaje de vídeo y fotografías; cinco o seis camareros contratados para la ocasión... y, ¡claro!, "la barra libre" (qué va a decir la gente en el pueblo si se entera que no ha habido barra libre).

Creo que me quedo algo en el tintero. Hagamos memoria... bueno, sí, un par de cosas pero creo que no me acordé de ellas porque son menos importantes. Lo esencial está ya puesto en el primer párrafo... Pero sí, faltan un par de cosas: en algunos casos, un crédito bancario para pagar todo eso y, en medio de toda esa tremenda infraestructura, un niño o niña con un traje o vestido bien caro que parece ser que ha hecho la Comunión.

Falta un ingrediente más... una familia que sólo ve la superficie de las cosas. La necesidad de "llegar al mismo nivel" que aquellos que nos invitaron a nosotros el año pasado o "de poner las cosas difíciles" a los que nos invitarán el año que viene. Una carrera absurda en la que cada vez ejerce más presión el intentar no "ser menos " que los demás. La ostentación, el derroche y el exceso. La dificultad para mirar y valorar la esencia de las cosas y la vía fácil de quedarnos en lo externo, en el artificio, la anécdota, la "romería".

Con independencia de lo que uno pueda pensar sobre los valores o prácticas religiosas (de eso podemos hablar otro día), lo que sucede tiene que ver con el desplazamiento del verdadero valor de las cosas a un segundo plano. La celebración es más importante que lo celebrado; la alegría la proporcionan las comidas abundantes, el alcohol, la música... y nada tiene que ver con lo espiritual, lo interno, la emoción subjetiva de alguien que da un paso que, se supone que, es importante, para su crecimiento religioso. Se celebra la "generosidad" de la familia o la fortaleza de su cuenta corriente.

Pero, claro, ¿cómo va a ser mi niño o mi niña menos que nadie?
Nos olvidamos que cuando se educa en el vacío; cuando se enseña a priorizar lo que realmente no es importante; cuando no se proporcionan valores esenciales frente al circo en el que vivimos... entonces sí que ponemos a esos niños o niñas en un riesgo severo de ser menos... o no ser nada.

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