lunes, 2 de junio de 2008

¿Y qué pasa con los hombres?

Viajes culturales, cursos, convivencias, comidas, encuentros. Punto de cruz, informática, manualidades diversas, entrenamiento para la memoria,alfabetización…
En los últimos años se observa el esfuerzo de asociaciones como la de Mujeres Progresistas y Mujeres Rurales por dinamizar a la población femenina. También la Universidad Popular contribuye a ello. El mensaje es claro y parece que funciona: Hay vida más allá de la telenovela de las tardes. La eficacia con la que estas asociaciones han sabido crear auténticos grupos en los que sus integrantes se forman, adquieren habilitades, se divierten, se relacionan socialmente, lo pasan bien y disfrutan es innegable. Es posible que, a veces, el curso o el taller sea una excusa para tener las tardes ocupadas; tomar café con las amigas; reírse; tener la sensación de que uno tiene ocupaciones que le interesan y llenan su tiempo… estar vivas. ¿Hay mejor cura de rejuvenecimiento que esta?
Ahora faltan los hombres… Algunos lo hacen ya pero, el resto… ¿cuándo empezará a darse cuenta de las mil y unas maneras que existen para disfrutar y sentir que uno está en el mundo? ¿Cuándo se empezará a favorecer desde asociaciones o desde la administración que también puedan disfrutar de esta oportunidad la población anciana?
Por ahora, nuestra enhorabuena a aquellas mujeres que han decidido salir de su casa y… seguir viviendo.

domingo, 25 de mayo de 2008

Lo que realmente importa

250 invitados; 10 mesas enoooormes (engalanadas para la ocasión); cientos de kilos de carne; por supuesto, el jamón "del bueno" y las gambas (de Huelva, claro), no pueden faltar; comida para un ejército (que, por supuesto, sobrará); al menos 15 tartas; café, copa, puro; detalles para los asistentes; reportaje de vídeo y fotografías; cinco o seis camareros contratados para la ocasión... y, ¡claro!, "la barra libre" (qué va a decir la gente en el pueblo si se entera que no ha habido barra libre).

Creo que me quedo algo en el tintero. Hagamos memoria... bueno, sí, un par de cosas pero creo que no me acordé de ellas porque son menos importantes. Lo esencial está ya puesto en el primer párrafo... Pero sí, faltan un par de cosas: en algunos casos, un crédito bancario para pagar todo eso y, en medio de toda esa tremenda infraestructura, un niño o niña con un traje o vestido bien caro que parece ser que ha hecho la Comunión.

Falta un ingrediente más... una familia que sólo ve la superficie de las cosas. La necesidad de "llegar al mismo nivel" que aquellos que nos invitaron a nosotros el año pasado o "de poner las cosas difíciles" a los que nos invitarán el año que viene. Una carrera absurda en la que cada vez ejerce más presión el intentar no "ser menos " que los demás. La ostentación, el derroche y el exceso. La dificultad para mirar y valorar la esencia de las cosas y la vía fácil de quedarnos en lo externo, en el artificio, la anécdota, la "romería".

Con independencia de lo que uno pueda pensar sobre los valores o prácticas religiosas (de eso podemos hablar otro día), lo que sucede tiene que ver con el desplazamiento del verdadero valor de las cosas a un segundo plano. La celebración es más importante que lo celebrado; la alegría la proporcionan las comidas abundantes, el alcohol, la música... y nada tiene que ver con lo espiritual, lo interno, la emoción subjetiva de alguien que da un paso que, se supone que, es importante, para su crecimiento religioso. Se celebra la "generosidad" de la familia o la fortaleza de su cuenta corriente.

Pero, claro, ¿cómo va a ser mi niño o mi niña menos que nadie?
Nos olvidamos que cuando se educa en el vacío; cuando se enseña a priorizar lo que realmente no es importante; cuando no se proporcionan valores esenciales frente al circo en el que vivimos... entonces sí que ponemos a esos niños o niñas en un riesgo severo de ser menos... o no ser nada.

domingo, 18 de mayo de 2008

SALIR DEL ERROR

Te equivocas si piensas que una vida más rica, diferente, es patrimonio de unos cuantos.

Te equivocas si piensas que estás donde tienes que estar y no puedes moverte de ahí.

Te equivocas si piensas que el querer ser escuchado es sólo para unos cuantos que, aparentemente, tienen cosas interesantes que decir.

Te equivocas si piensas que nadie quiere oirte, o que a nadie le puede parecer interesante lo que tú tengas que decir.

Te equivocas si piensas que la creatividad no es compatible con tu vida de albañil, agricultor, administrativo, ama de casa...

Te equivocas si piensas que cualquiera que crea que tiene un DON delante de su nombre y apellidos es más importante que tú. ¿Qué significa "ser importante"?

Te equivocas si piensas que la cultura sólo la tienen y la pueden disfrutar los que han estudiado, los que hablan mejor que tú o los que dicen haber leído mucho.

Te equivocas si piensas que disfrutar de la música, la literatura, la pintura es algo vetado a unos pocos y está fuera de tu alcance.

Te equivocas si piensas que ser emprendedor es algo que sólo pueden permitírselo los que tienen dinero.

Te equivocas si piensas que tú no tienes buenas ideas.

Te equivocas si piensas que tú no vales más de lo que pagan por tu trabajo en tu empresa.

Te equivocas si terminas creyendo en las diferencias y en las barreras que marcan aquellos a los que les interesa que existan barreras y diferencias.

Te equivocas si piensas que tú no puedes asumir responsabilidades en tu vida, en tu familia, en tu empresa, en asociaciones, en tu pueblo... en lo que te apetezca.

Te equivocas si piensas que no puedes seguir aprendiendo.

Te equivocas si piensas que más allá del trabajo, el bar y el sillón de tu casa no hay nada que merezca la pena.

Te equivocas si piensas que ir a más es tener mas dinero o comprar más tierras o tener más pisos o propiedades.

Te equivocas si piensas que la educación de tus hijos es cosa de los maestros; que el que vayan bien las cosas en el pueblo es cosa de los políticos; que el que se cumplan todos tus derechos laborales es cosa de tus jefes; que el que tu vida funcione como tu quieres es cosa del azar, la inercia y la suerte.

Te equivocas si no te has dado cuenta de que crecer es una tarea que tienes asignada de por vida; que tienes derecho a cumplir tus sueños; que tu terreno de juego no tiene límites y que puedes ir, buscar, aprender, disfrutar... donde tú quieras.

Te equivocas si no te apetece que las cosas cambien un poco cada día y si no te apetece encontrar cada día cosas nuevas que te entusiasmen y te hagan más rico... de verdad.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Semana BLANCA

No, no nos hemos ido. Esta semana la hemos tenido que dedicar... a otras cosas. El próximo fin de semana volveremos con nuevas entradas y comentarios sobre... la vida en Aceuchal.
Gracias por vuestra fidelidad y confianza.

sábado, 3 de mayo de 2008

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Existen diversas formas de entender lo público, lo colectivo, lo que es de todos, aquello de lo que todos nos beneficiamos y en lo que todos deberíamos colaborar. Algunas de esas formas parten de la solidaridad y el respeto a los bienes comunes. En otras, sin embargo, lo público se valora desde la clave de lo privado y conducen al aprovechamiento egoísta de lo que no es propio, al "tonto el último", a la picaresca y al robo. Desgraciadamente, esta última perspectiva de lo público no es precisamente minoritaria.

Se equivocan aquellos que piensan que los bienes públicos son de todos y que se puede hacer uso particular y privado de ellos en cuanto surja la ocasión o la necesidad. Se equivocan, por tanto, aquellos que creen (o quieren hacer creer) que lo público, por el mero hecho de serlo, pertenece a cada uno de los miembros del grupo. Lo público no es propiedad de nadie y, al mismo tiempo, es propiedad de todos. De la capacidad para entender esta sencilla paradoja puede depender, en mayor o menor medida, el desarrollo de un grupo, de un pueblo, de un país...
Da igual de lo que se trate, el error será simpre el mismo. No importa si se trata de una calle, en la que uno cree que puede hacer lo que quiera por que "es de todos"; de utilizar la electricidad del alumbrado público para abastecer el domicilio propio; de construir sobre una acera... o sobre suelo público. Seguro que hay múltiples ejemplos.

Muy relacionado con lo anterior hemos detectado otro error, bastante extendido, que tiene que ver con pensar que los recursos públicos son, al mismo tiempo que propios, también ajenos y, además, ilimitados.
Ajenos porque pudiera parecer que para algunos los recursos públicos surgen "de la nada", olvidándose que lo público se construye con el esfuerzo, trabajo y aportación de todos... o casi tods. Ilimitados porque a veces parece no comprenderse que estos recursos no han de ser desaprovechados, pueden agotarse y dejar de estar disponibles para los fines en los que deberían emplearse.

Resulta triste y desazonador conocer gente que, sin la menor necesidad real, pretenden aprovecharse de lo que es de todos para su beneficio personal. Es desalentador la forma en la que algunos tratan de obtener lo máximo posible de los bienes comunes como si esos bienes comunes no fueran, igualmente, suyos.
Es incomprensible observar cómo los que deberían ser instrumentos de solidaridad y redistribución de riqueza (subvenciones, becas, paro...) se convierten, para algunos que no necesitan hacer uso de ellos, en formas de sacar "cuanto más dinero, mejor" como si alguien regalara ese dinero para que fuera saqueado por los más listos o por los especialistas en el engaño y la picaresca.

Es, además, preocupante cómo este tipo de comportamientos se convierte, a veces, en tan generalizado que no se oculta sino que los que los perpetran suelen jactarse de ello, como si olvidaran que con ello sólo ponen de manifiesto su egoísmo y desprecio por los demás.

Es, también, injusto comprobar cómo este tipo de ciudadanos son, a veces, los que menos contribuyen a crear las reservas públicas y cómo son los que hacen más uso (indebido) de ellas. Se equivocan.

También se equivocan los poderes públicos cuando no ejercen su principal responsabilidad, evitar el abuso y el uso inadecuado de los bienes que son de todos.

Es difícil crecer así. Cuando una sociedad se alinea lentamente del lado del egoísmo, aprovechamiento, el desprecio por los que sí necesitan protección o ayuda... está orientando su futuro hacia las desigualdades, el individualismo desconsiderado, la desconfianza y el estancamiento.

lunes, 28 de abril de 2008

Nuevo Colaborador

Estimados lectores:
Os anunciamos la participación de un nuevo colaborador de la página, que firmará sus entradas como "Hombre Tranquilo". Esperamos su estilo y sus reflexiones os resulten de interés, ya que, en el futuro, participará en algunas de las entradas semanales.
Gracias por vuestra fidelidad semana trás semana.

El alma de las cosas, el corralón que apañé o que no te falte de “na”:

La concepción animista no es el modelo de referencia actual para dar una explicación al funcionamiento del universo, pero no por eso significa que esté en el baúl de los desusos, muy al contrario, en el mundo de bobos, "simplón-lógico," que nos hemos fabricado a nuestra medida y en el que nos sentimos absurdamente seguros creyéndonos que podemos dominar, la excepción se manifiesta con tanta frecuencia, que nuestros esquemas “simplones-racionales” no paran de sorprenderse precisamente ante tanta irracionalidad.

La irracional obsesión de la madre que quiere que sus retoño estudie mucho para que llegue a ser algún día como Don Fulanito de Tal, sin darse cuenta de que las condiciones del momento que aprovechó Fulanito de Tal para convertirse en Don Fulanito de Tal no se van a volver dar.
Nos sorprende que no se pueda dar de comer a todos los que pasan hambre en el mundo; que haya guerras fraticidas en el mundo; dictadores en el mundo; empresarios oportunistas sin escrúpulos en el barrio; faltones incívicos entre la vecindad; tetrapléjicos de por vida que dejan madre, mujer e hijos desconsolados; desaprensivos desfalcadores; tasas abusivas en los bancos y cajas de ahorros; que no se haga nada ante el cambio climático; etc.
Llenos de “simple-razón” argumentamos frente a lo que no podemos, no sabemos y no queremos entender siquiera, mientras engañamos a hacienda, cebamos nuestro colesterol, conducimos sin seguro, votamos a políticos ineptos, machacamos a los compañeros del curro para medrar, criticamos, hacemos nuestro corralón en terreno publico... y azuzamos al niño para que saque las mejores notas, seguros de que el mundo en que le tocará desenvolverse cuando sea un adulto será mucho peor que el que nos ha tocado vivir a nosotros, entre otras razones porque con nuestra comodidad, falta de razón critica y egoísmo, estamos siendo incapaces de hacerlo mejor, preocupados en recoger y acaparar para que nuestro retoño llegue a ser, algún día, Don Fulanito de Tal.

Cuestión de ánimos.

Entrada creada por HOMBRE TRANQUILO

domingo, 20 de abril de 2008

Crítica y convivencia

Cualquier piporro que dedique alguna parte de su tiempo a ver la televisión se habrá percatado del espectáculo indignante y degradante que proporcionan la mayoría de las emisoras, en prácticamente todas las franjas horarias, a través de los llamados programas "del corazón".
Este formato suele consistir, con muy pocas excepciones, en reunir a una serie de contertulios que, adornados de una gran solemnidad y seriedad, como si sus aportaciones fueran esenciales para sus teleespectadores o, incluso, para el país y como si estuvieran haciendo periodismo de primer nivel, se dedican a divulgar, comentar, enjuiciar, elucubrar y... criticar, aspectos de la vida privada de personas respecto de las cuales, por haberse significado públicamente de una u otra forma, ellos mismos han decidido que han de ser perseguidas continuamente, acosadas por las cámaras y los reporteros y ninguneado su derecho básico a la intimidad y a la vida privada. Y todo ello para ofrecernos muestras de la vida de esos famosos que no interesan a ningún ciudadano que no sean esos mismos personajes televisivos que ganan dinero con ello y con la profesionalización del cotilleo.

No obstante, el cotilleo, la crítica desaforada, injustificada e inmotivada no es patrimonio exclusivo de algunos programas de televisión. Todos los que vivimos en pueblos más o menos pequeños hemos podido comprobar la facilidad con la que algunas veces las personas nos enrolamos en la práctica de la crítica fácil. Y todos podremos pensar en ejemplos de rumores que se extienden de forma imparable y que, al margen de ser falsos en la mayoría de los casos, hacen un daño a veces irreversible en la imagen de las personas de las que son objeto.

El cotilleo es algo fácil y cobarde.
Fácil porque siempre es más fácil hablar de la vida ajena que de la propia y porque suele basarse en tópicos, análisis simplistas de lo que otros hacen, dicen o deciden en los que el que critica únicamente suele fijarse en los aspectos negativos y más superficiales.
La valoración profunda del comportamiento de otras personas, el intento de ponerse en su lugar y entender sus situaciones y en qué contexto cada uno toma sus decisiones; la capacidad para entender que el sistema de valores del criticado no tiene por qué coincidir con el del criticante; el esfuerzo sincero por comprender al otro desde la preocupación por su situación, el deseo de ayuda e, incluso, la compasión... nada de esto está presente en el cotilleo y el cotilla. Estas personas, quizá porque no quieren o no pueden acceder al esfuerzo intelectual y capacidad de comprension que supone todo lo anterior se limitan a resaltar lo negativo, a hacerlo bien visible y a obtener placer por el hecho de dañar a otros.

También decíamos que es cobarde porque el cotilleo se esconde en el anonimato, en la ausencia del aludido (que de esa forma no puede defenderse o desmentir lo que de él se dice) y en el grupo que, en muchas ocasiones, termina creyendo todo aquello que se dice y transmitiéndolo. El cotilleo y el rumor no dejan de ser auténticos linchamientos de la dignidad y de la imagen de un tercero indefenso en los que unos cobardes, amparados en el grupo y en el anonimato se atribuyen la tarea de jueces sobre lo que otros hacen o a otros les pasa. De esta forma, lo que comienzan diciendo algunos pasa a ser patrimonio de "la gente", un concepto tremendamente útil ya que cuando se habla de "la gente" no se identifica a nadie, por lo que nadie es responsable del rumor o de la maledicencia; así como tremendamente peligroso por la facilidad con la que algunas personas creen a pies juntillas y sin que medie análisis alguno todos aquellos mensajes que provienen de ese ente indiferenciado que es "la gente". Al final lo que termina sucediendo es que juzgan sobre los otros quienes nada saben y quienes ningún derecho tienen a juzgar.

Pero el cotilleo, el rumor negativo y la crítica en este sentido al que nos referimos son, por igual, enormemente peligrosos también para el que la ejerce y para el que disfruta con ella, aunque esto a veces no sea tan evidente.
Pareciera que este fenómeno del que hablamos se constituye en un auténtico mecanismo de autocontrol que contribuye al mantenimiento de las costumbres más conservadoras y ajustadas a lo que "se debe hacer" dentro de una comunidad. Se critica al que se desmarca, al que hace algo que desea pero contrario a la tradición o a las costumbres o a aquel cuyo comportamiento parece distinto o no puede entenderse a simple vista. Parece, pues, que el grupo, el pueblo, se defendiera de este modo contra todos aquellos que se salen de ciertas líneas implícitas pero claramente visibles por todos.
Esto es limitador, empobrecedor y absurdo. Como absurdo resulta que entre todos fomentemos un ambiente de presión social que dificulta que cada uno adopte sus propias decisiones, sea capaz de escucharse a sí mismo y tratar de conseguir la felicidad siguiendo su propio camino. Siempre es absurdo que el temor a la opinión de los otros termine limitando la libertad individual. Es absurdo que el propio colectivo ponga, sin darse cuenta, frenos a la capacidad de diferenciarse de cada uno de sus miembros... Además, es injusto que puedan existir personas que puedan llegar a sentir que seguir las consignas del grupo y no "estar en boca de los demás" pueda ser más importante que identificar y perseguir su propio estilo de vida.

Nos preguntamos cuántos piporros habrá en estos momentos que no se atrevan a tomar decisiones, a diferenciarse, a ser como quieran y a hacer lo que quieran por el poder asfixiante que a veces puede llegar a tener la mirada del otro.